PERIODISMO DESDE LAS CLOACAS *****
1233 ING.CARLOS
PAICO JOAQUIN
La
corrupción y sobretodo, la impunidad y prepotencia de los corruptos, ha
condenado la política a las cloacas del poder y ha convertido a sus legítimos
representantes, que ejercen la soberanía en virtud de la voluntad popular que
le confieren las urnas y el ejército democrático del voto, las ratas de
alcantarilla que chapotean en la inmunda y pestilente charca del espacio
público. En ese lodazal se corrompen las instituciones y agoniza el sistema,
víctima de la ambición desmedida y de la codicia de todos esos especuladores
que gustan de frecuentar la mesa de poderosos y los lujosos salones del
capital. Cuando los controles democráticos fallan y la justicia se hace
tolerante y complaciente; cuando la ley ya no es implacable y la gestión del
gobierno se hace opaca; cuando todo se puede comprar y vender, y la política es
sólo una oportunidad de negocio que desprecia la vocación de servicio e
instrumentaliza los medios para alcanzar el fin del enriquecimiento ilícito, el
periodismo se convierte en el último reducto de la libertad y la independencia,
en la conciencia crítica de la gente y en la dignidad del pueblo, garante de
una soberanía destinada a transformar la sociedad, no a servirse de ella.
Entonces es cuando los periodistas tienen que revestirse de ese poder que,
lejos de ser complaciente con los corruptos y sus cómplices, se juega todos los
días la vida por llamar a las cosas por su nombre, en defensa de la verdad y de
los principios éticos y valores que sustentan un modelo social que propugna que
todos los hombres somos iguales y que existen unos derechos fundamentales
inviolables. Y en este punto es cuando hay que mantener el tipo y no mirara
hacia otro lado. No resulta fácil en tiempos de crisis ir contracorriente,
cuando la mayoría calla y otorga. El periodismo que renuncia a su sagrada
misión de preservar la democracia y los valores que la sustentan incurre en la
peor de las corrupciones posibles: la de quien teniendo el imperativo moral de
denunciar los abusos del poder consiente la degeneración de la política y se
rebaja a la condición de acólito del delito investido por el cinismo y la
desfachatez. Todos ellos, actores y cómplices, son mediocres que bajo la
apariencia de luchar, claudican; se esfuerzan pero no para mejorar y cambiar,
no para que quede en evidencia de lo que son capaces sino, todo lo contrario,
para tapar su propia incapacidad, su impotencia, su servilismo ante unos
depredadores del poder que en su vesania los tratan como a perros, siempre
fieles a sus amos hasta el castigo, cuando los importunos, molestan.
Tenemos la obligación de ser
honestos con el periodismo y honrados con la sociedad; tenemos que morder la
mano de quien nos somete con las migajas del poder; debemos desconfiar,
preguntar, indagar, exigir transparencia, pedir explicaciones, justificación,
rendición de cuentas, claridad…Que el miedo no alcance a superar a la razón.
Sin una prensa libre, sin unos periodistas independientes, sin la verdad, no es
posible la democracia. El periodista presta su voz al pueblo y renueva día a
día su confianza en el sistema. El periodismo es un espacio para el encuentro y
para el dialogo, para la pluralidad y la opinión, para poner en duda los dogmas
y relativizar las verdades inamovibles; es un reducto para el entretenimiento y
la racionalidad, para la ética y la verdad, para el compromiso y la
responsabilidad, para el servicio público; es un espejo donde mirarnos y
expresar con palabras sentimientos y emociones, anhelos y esperanzas, dignidad
y conciencia. Francisco Umbral solía decir que el periodismo mantiene a los
ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto.
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