INTELIGENCIA EMOCIONAL-CRISIS DE VALORES
Del
libro de kimberly Schonert-Reichl.
1224 ING.CARLOS
PAICO JOAQUIN
Las
familias sufren una gran presión hoy. Ya no cuentan con tantos miembros, y los
niños no tiene con quién relacionarse. Además, ambos progenitores trabajan. Los
hijos recurren a la televisión, internet y los videojuegos, donde predominan
los contenidos violentos. Eso hace que exista mayor consumo de alcohol, acosos
a los compañeros (incluso sexual), abandono prematuro de los estudios. Y ahora
también, agresiones de los padres a los profesores. La culpa de ello, es la
sociedad.
Y lo que hay por hacer, es el de
crear lugares donde los críos se sientan seguros. En la escuela por ejemplo,
hay que comunicar valores comunes: la vitrina de trofeos a la vista para que
todos sepan quien se ha esforzado. Los maestros tendrían que aprender a
controlar su estrés para evitar contestaciones inapropiadas. Y en casa los
padres no deberían temer a sus hijos, al contrario, deberían de imponer horas
de llegada y castigos que se cumplieran.
Para controlar, -en el trabajo y en
el colegio-, los sentimientos que más daño hacen, como por ejemplo: el enfado,
la tristeza y el asco. Se debe fomentar sentimientos opuestos; para ello es
importante que los chicos saquen proyectos comunes, (sentido de pertenencia).
Los adultos deberían de reconocer el desempeño eficiente de las tareas de los
más pequeños (capacidad). Incluso estaría bien que delegaran en sus alumnos la
toma de decisiones importantes de la clase (autonomía).
El colegio es un bastión importante
para ellos, porque no solo cuida de ellos y conoce sus necesidades. La mayoría
(un 80%) se siente arropado y considera que gracias a la escuela prospera
académica, social y emocionalmente. El mismo porcentaje menciona a los profesores
como los mayores que más les influyen.
La valoración más alta de un docente (según los alumnos) es
un “hola” en los pasillos, seguido de su apellido del escolar. Los niños buscan
educadores amables que demuestran entusiasmo por la materia que enseñan y que
no tengan reparos en elogiar públicamente al quehacer diario y bien hecho de un
estudiante.
Padres y profesores deberían de
sentarse juntos y trabajar por el bien de los niños. En Canadá, al igual que en
España, los preceptores sienten que el “bullying” lo practican los
progenitores. Deberíamos enseñar a los adultos a ser más felices. La solución
para que no exista acoso ni agresiones en las aulas es “La empatía”. Hay que
educar la mente y el corazón. Si sólo hacemos con la primera creamos chicos malvados,
decía Desmond Tutu. Si fuéramos capaces de ponernos en los zapatos de otros no
responderíamos con tanta violencia. La culpa, en la mitad de ocasiones, no la
tiene quien agrede sino quien instiga. Muchos mayores creen aún que los niños
tienen que arreglárselas solos, que forma parte de la experiencia de crecer.
“La
empatía conduce al altruismo y éste a la felicidad”. Esta es la receta que la
psicóloga de la universidad de British Columbia (Vancouver) deja para la
humanidad.
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