SEMENTALES
ING CARLOS PAICO
JOAQUIN
1209
CYNTHIA DAILY, una americana
cuarentona, se quedó embarazada tras su paso por un banco de semen. Mujer
inquieta, inició una prolija, pero no muy complicada investigación sobre su
donante. Así logró averiguar que al menos otros 149 niños habían nacido del
mismo esperma. Cuenta el NEW YORK TIMES que de vez en cuando partes de la
familia extendida se reúnen con los retoños. “¡Wow! Es fantástico, Son todos
iguales”, explicó al periódico. Con la excepción de un amigo de Madrid (“Uf,
si, a mí también me preocupa haber creado un problema parecido, y además de
forma natural”), cualquiera comprende que estamos ante una novedad compleja. La
muestra de un donante puede utilizarse varias veces y aunque hay países que
regulan, más o menos arbitrariamente, el número de veces (Inglaterra 10, España
6, Italia 0, prohibida la donación), en otros (EEUU) ni siquiera existe la
regulación. Por otra parte, cualquiera puede acudir a bancos distintos, del
mismo o de diferente país: no existe, por así decirlo, una base de datos
mundial de donantes. Desde luego no conviene exagerar los problemas
resultantes. Aunque los controles actuales deben mejorarse, a fin de prevenir
enfermedades genética y novelas románticas entre hermanastros, basta un somero
cálculo para dejar las probabilidades en anecdóticas. En este sentido, cabe
alabar las iniciativas de hermandad promovida por la señora Daily, porque parece
que la repugnancia ante el incesto completo o semi, se da entre los que se han
criado juntos. Ya se sabe: esta cosa triste de jóvenes que parecen hechos el
uno para el otro y que, entrañables amigos desde la infancia, se rechazan
porque son hermanos.
Lo
interesante de esta historia no son lo imaginarios apocalipsis, sino la
sorprendente laxitud con que la sociedad contemporánea ha encarado esta
variante reproductora. La fertilización de una mujer con el semen de un
desconocido no ha desencadenado debates proporcionalmente comparables a las que
desencadenaron el divorcio o el aborto. La explicación probable es que la
fertilización aleatoria no exige la destrucción de ningún mito poderoso como el
amor eterno o la inmaculada concepción. Todo lo contrario. La ausencia de
debate y control sobre el semental aleatorio
descansa sobre un mito muy generalizado. La convicción de que la crianza
es lo que hace al hombre, que nada diferencia el semen de la sangre, que en
esos bancos se almacenan líquido y no carácter.
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